Felicidad instantánea. (Instantánea dije, no duradera, je…)

No, no es una utopía, se puede experimentar felicidad instantánea, y como aclaré en el título: instantánea dije, no duradera, je…  

 

Puedo asegurar que siempre tuve mis momentos de felicidad instantánea, solo que después del accidente, al saber que la wheelchair – silla de ruedas – iba a ser mi compañera de ruta aprendí a valorar y atesorar esos momentos de felicidad instantánea, que por suerte son muchos y hasta hay días de duran un poquito más que otros…

Soy de ver el vaso medio lleno siempre, aunque hay momentos en que me cuesta más que otros ver que está medio lleno, pero al final, como el sol, el vaso medio lleno siempre está...

Mis momentos de felicidad instantánea los provee mi Retoñor, ¡obvio!, el viento bajo mis alas. Y a pesar de que ya entró de lleno (como el vaso, ¡ajajaja! ) a la adolescencia, esos momentos no han menguado…

Tengo miles de momentos de felicidad instantánea, pero los de mi hijo Damián, el Retoñor para los amigos , perduran en mi mente, que es donde realmente duran años por más que sean instantáneos. ¿? ¡Ajaja! Seseee, pónganse a pensar y es cierto, serán instantáneos pero algunos se atesoran for ever and ever, por siempre y para siempre, en nuestra mente.

Por ejemplo. Después de haber estado un año y dos meses internada en el Fernández, volvía a mi casa. La misma casa donde había vivido con mi mamá antes del accidente, así que estaba llena de sus cosas y de su recuerdo. Mi hijo tenía 4 años. Yo estaba tan dolorida que mi humor no era el mejor, pero delante de mi hijo era un mar de risas y buena onda.  

Un día estábamos en la mesa esperando que nos sirvieran el almuerzo, él estaba sentado al lado mío (no se despegaba ni un minuto) y era pura charla. De repente me agarra la mano y la pone sobre su pechito y me dice con su dulce vocecita:

“Cuchá… Mi corazón dice que está enamorado de vos…”

Felicidad instantánea.  Y yo morí de amor… 

 

Mi hijo Damián y yo en un momento de felicidad instantáneo atrapado en una imagen . Ahí tenía 9 años.

 

Podemos y tenemos que atesorar esos momentos de felicidad instantánea a pesar de todo…

No es fácil, pero la vale la pena intentarlo, yo sé los que les digo…