Ya empezamos las clases. Mi hijo, aka el Retoñor, empezó su 3º año de secundaria así que mi rutina es levantarme a las 6:50 am.
Antes, cuando mi Retoñor iba a la escuela primaria, me levantaba, le daba el desayuno y volvía raudamente a la cama ¡ajaja!.
Obvio que después me levantaba para hacer el almuerzo, pero salvo que tuviera que salir, apenas despedía a mi retoño, cerraba la puerta, daba media vuelta, ¡y enfilaba con mi wheelchair derechito a la cama! . Y si, me gusta dormir, lo #confieso.
Pero desde hace un par de años me quedo levantada, y eso que me llama la cama y me dice:
Una de las ventajas de estar en silla de ruedas es que puedo hacer cosas que los “normales” no pueden como ir a dormir cuando yo quiera, ¡ajaja!
Si, aunque hago las tareas del hogar, dentro de mis posibilidades, hay veces en que si tengo mucho sueño, voy, me acuesto a dormir ¡y listo!
Eso sí, a pesar de haber nacido en un lugar donde la siesta es sagrada - y no es Santiago del Estero -, no soy de dormir mucha siesta porque no tengo coto, ¡ajaja!, si, eso de dormir una siesta de 20’ no va conmigo.
Yo duermo LA siesta, es decir, 3 o 4 horas.
Lo malo es que cuando me despierto, ¡lo hago con un humor de los mil demonios! Me sale la leonina mal arreada y soy insoportable. Ya saben que soy casi un ser humano.
No sé si es que me da rabia ver que me dormí todo, o me da rabia que no puedo seguir durmiendo, ¡aja ajajá!
A todo esto se suma que, como veo muchas series en la computadora y lo hago a la noche después de que lavé los platos y mandamos los retoños a dormir, me quedo hasta tarde, muy tarde… Y al otro día me levanto, ¡pero re dormida!. Menos mal que me conozco el camino de memoria y ya manejo la wheelchair con los ojos cerrados, ¡ajaja!
Así que como los años no vienen solos, traen sus cositas. Una de ellas es que ya no estoy para estos trotes de andar durmiendo poco como cuando era joven y en mi cara están apareciendo los signos inequívocos de que estoy trasnochada, ¡ajajaja!
Amén de que a veces se me da por cabecear frente a la laptop o cuando estoy haciendo la sobremesa después del almuerzo… Ok, lo #confieso, no a veces, siempre, ¡ajajaja!
La cosa es que he entrado en el dilema de dormir o no dormir la siesta. He hecho la lista de los pro y los contra y la verdad que los pro van ganando, pero hay una contra que puede dar vuelta la votación ya que ustedes no se imaginan lo que soy chinchuda (malhumorada)…
La palabra que me describiría sería:
Imbancable, ¡aajajaja!
Y ustedes, mis pequeños Saltamontes:
¿Duermen siesta?
Si lo hacen:
¿De cuánto tiempo? ¿15’? ¿20’? ¿1 hora? ¿2 ó 3 horas?
¿Se levantan bien? ¿O chinchudos (malhumorados)?
Vamos, ¡confiesen!
Miren que los japoneses hacen dormir a sus empleados unas siestitas para que rindan en el trabajo. Y si, dicen que dormir la siesta “protege contra el estrés y las enfermedades cardiovasculares, estimula la creatividad, relaja las tensiones laborales y aumenta el rendimiento de los trabajadores.”
Ok, será beneficiosa la siesta, pero para mí es contraproducente porque corren riesgos de muerte los que se encuentran a mi alrededor cuando yo me levanto de dormir la siesta, ¡ajaja!
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